Pero si hay una cosa que he aprendido siendo asesora, es que los planes de Dios siempre son mejores que los tuyos. Y si hay una segunda cosa, es que a Dios le encanta cambiar corazones.

 

Rebekah Moffett ha sido asesora de GBU hasta el año pasado en Madrid. Antes había trabajado con estudiantes en Reino Unido y como Doulos en España. Le hemos pedido que nos contara su experiencia acompañando a los estudiantes y además de esto, nos ha regalado muchas lecciones importantes. Agradecemos mucho sus palabras, su sinceridad, su estímulo y todos su trabajo. ¡Gracias Rebekah!

Os dejamos con ella.

 

Hace poco, una amiga me preguntó qué significa para mí cambiar. Sin tener que pensar, la contesté inmediatamente: cambiar es sacrificar; cambio significa coste.

He tardado mucho en escribir este blog. La verdad es que ha sido muy difícil escribirlo. No porque no sabía bien qué decir, sino que al decirlo tendría que enfrentarme al coste de dejar mi trabajo y cambiar todo una vez más. Y no soy suficientemente humilde para eso.

La verdad es que ser humilde nunca ha sido una de mis fuerzas. Nunca quería trabajar con estudiantes, ni encima en el extranjero. ¡¿Por qué dejar la comodidad de tu propio país y hacer un trabajo tan exigente?! Pero si hay una cosa que he aprendido siendo asesora, es que los planes de Dios siempre son mejores que los tuyos. Y si hay una segunda cosa, es que a Dios le encanta cambiar corazones.

Yo empecé como estudiante en Manchester (Inglaterra), y me involucré mucho en el GBU de ahí (UCCF). Pensaba mudarme a Londres después de graduarme y conseguir un trabajo en el gobierno del Reino Unido, eligiendo eso como mi campo de misión. ¡¿Quién sabía mejor que yo qué haría en el futuro?! Pero mi asesor tenía planes distintos. Supuestamente, Dios también. Así que hice un año de Relay, retrasando mis planes un año más. Supongo que esperaba servir a los estudiantes, pero en realidad lo creía un privilegio para ellos tenerme ahí, no tanto un privilegio para mí. Aunque resultó que yo aprendía mucho más que servía. Sobre todo, aprendí que para servir se requiere mucha humildad, ¡y apenas había empezado a humillarme!

Al terminar de trabajar con UCCF, parecía que la obra que estaba haciendo no había acabado. Así que me trasladé a España – a Madrid – y empecé dos años como Doulos. Si realmente quieres saber lo que es ser humilde, ¡múdate a otro país donde no hablas bien el idioma y no tienes mucha experiencia de la cultura! De nuevo, empecé queriendo servir a los estudiantes, pero creo que otra vez yo aprendí mucho más de los estudiantes en esos dos años que ellos aprendieron de mí… Esa es otra lección de ser asesora – nunca pienses que los estudiantes no puedan enseñarte cómo crecer. Sea lo que sea, en el reto de trabajar con jóvenes, ellos tienen mucho que ofrecer y por eso la obra es tan gratificante.

Durante esos dos años, llegó a ser muy claro que faltaban obreros en Madrid, y que esos estudiantes a quienes yo quería tanto, no iban a tener ningún apoyo en los siguientes cursos. Dios estaba cambiando mi corazón. Así que decidí quedarme en Madrid y seguir con la obra, llegando a ser asesora en septiembre de 2015. No había tomado la decisión porque pensaba que los estudiantes me necesitaban sino que – por fin – entendía que Dios quería enseñarme más a través de ellos y que si yo estaba dispuesta, Él me podría utilizar. Y si yo pudiera impartirles a los estudiantes un poco de sabiduría, sería una bendición extra.

Fue un paso mucho más grande de lo que esperaba pasar de ser Doulos a ser asesora. De repente tenía más responsabilidad y no sabía muy bien cómo sentirme. Aunque ya teníamos otro asesor en Madrid, Jon, los dos teníamos que luchar con algo nuevo. Para él fue mudarse a otra ciudad, para mí fue ser asesora. Debía de ser muy difícil para los estudiantes pero sigo estando muy orgullosa de ellos y cómo se encargaron de todo. Madrid no es una ciudad típica (no sé qué es una ciudad típica, la verdad, ¡pero Madrid no lo es!) – hay muchas universidades, pocos estudiantes involucrados, y un deseo de hacer todo a la vez. Yo tenía que aprender muy rápido cuáles eran mis prioridades: y para mí siempre fueron los estudiantes. De ninguna forma yo era una asesora perfecta – creo que hice mucho mal, me equivoqué muchísimo, dejé una lista en crecimiento de cosas que hacer – pero los estudiantes siempre tenían mi atención. Y creo que esa fue la lección que Dios quería enseñarme: todo es transitorio menos las almas; todo puede esperar menos un alma dolida. Al final no era importante que hiciera un informe u otro (¡no digo que los informes no sean importantes!), si un estudiante tenía un problema, ahí yo estaría para orar con él. Ser asesor o asesora primeramente es servir; servir es ser humilde, y ser humilde es estar dispuesto.

 

Hay muchísimo más que podría decir de mi corto tiempo con GBU. Podría compartir consejillos de cómo preparar una charla en una semana; podría contar las ventajas de usar Prezi en vez de PowerPoint; podría detallar la lucha que tenía con recaudar fondos… Y la verdad es que probablemente fueron los mejores años de mi vida hasta ahora. Ha sido un privilegio enorme trabajar con el equipo y con los jóvenes. Y si al final he podido impartir un poco de sabiduría, pues es un extra (y proviene de Dios).

Dejar GBU fue la decisión más costosa que he tomado en mi vida. Dejar España, incluso más. Pero este es el tipo de trabajo a que Dios te llama, y cuando Dios te llama a algo diferente, le sigues. Al final, sus planes siempre son mejores, y nos llama a ser humildes, ¿no? Eso – ahora lo estoy viendo – significa estar dispuesta – incluso a los cambios. Así que oro para que siga aprendiendo de Él, crezca mucho más en humildad y que él cambie más mi corazón. Lo necesito. Y es mi oración para GBU, para que los estudiantes sigan enseñando a los asesores, sigan trayendo las buenas noticias a sus compañeros, y sigan teniendo la audacia para dar cada vez un paso más para traer a la tierra el Reino de Dios.