Uno de los capítulos del Básico Una vida plena es concretamente «Una vida plena de las riquezas de Cristo» en el que Jaume Llenas nos habla sobre la generosidad basándose en el texto de Filipenses 4:14-20.
En el libro, Jaume nos invita a preguntarnos: ¿Qué es, para nosotros los cristianos, la generosidad? ¿La entendemos como parte de esos valores del Reino con los que debemos vivir y que queremos proponer a la sociedad para que viva con ellos? ¿Forma parte de esa música del futuro, al ritmo de la cual tenemos el coraje de bailar hoy en día?
Filipenses 4:14-20 nos muestra la actitud de una iglesia que actúa a la imagen de un Dios generoso. Ellos son el reflejo del Dios que da eternamente, que da más allá de lo sobrante, para entregarse a sí mismo por las verdaderas y profundas necesidades de un mundo que rechaza su generosidad.
Todo el capítulo de este Básico Andamio tiene mucha miga, pero extraeremos 10 lecciones a modo de resumen:
1. Lo que mueve a Pablo no es el interés, la forma más baja de la amistad, ni el valor del donativo en sí, sino una realidad superior que la ofrenda representa. La ofrenda es la evidencia tangible de una relación profunda e interior, de una colaboración para que el evangelio avance. Por eso la ofrenda es un sacrificio aceptable, no solo para Pablo, sino especialmente para Dios. Él será quien corresponderá a lo recibido por Pablo en esa relación de dar y recibir, él es quien pagará y por lo que toda la gloria irá a parar a Dios (v. 20) y no a los filipenses.
2. Las circunstancias de los filipenses no eran fáciles en este momento. Ellos eran generosos no por ser ricos, sino a pesar de la pobreza. Aquellos que más dan no son los que más tienen, sino los que más aman, los que tienen su gozo puesto en Cristo.
Se podría sacar una fórmula del pasaje de 2 Corintios 8 que es: aflicción + pobreza = generosidad extraordinaria.
3. La generosidad está íntimamente ligada al evangelio.
4. Cuando el Espíritu Santo abre tu corazón, él abre también la puerta de tu casa; de hecho, abre el compartir todo lo que tienes como una muestra de que Dios es el dueño de tu vida, de que tú también estás participando del evangelio. El sentimiento de culpabilidad, el sentido de compromiso y de deber, no son las mejores motivaciones de la generosidad, sino el gozo y la comprensión de la generosidad de Dios en el evangelio.
5. A veces nuestra visión del evangelio es muy corta. Si nos favorece a nosotros como creyentes o a nuestra iglesia local, estamos dispuestos a colaborar, pero nos falta esa visión del Reino, en vez de una visión parroquiana, localista, “de chiringuito”. Formo parte de algo mucho más grande, la extensión del Reino, la Misión de Dios. A la vez que tengo visión de lo cercano, de lo que Dios quiere hacer en mi pueblo o ciudad, mantengo la visión de lo que Dios está haciendo en el mundo y estoy dispuesto a formar parte de la gran historia de Dios, que comenzó con Jesucristo, pero que alcanzará a su regreso y a todo lo que ocurre en medio de estos dos grandes eventos.
Estoy dispuesto a formar parte de la gran historia de Dios, que comenzó con Jesucristo, pero que alcanzará a su regreso y a todo lo que ocurre en medio de estos dos grandes eventos.
6. La ofrenda es un acto de adoración y, en último término, no se dirige a Pablo o al obrero o al necesitado económicamente; se les hace a ellos porque Dios desea que se haga así. Amar con una ofrenda a los demás es amar y adorar al Dios que da. Dios no necesita dinero. De hecho, el universo es suyo y todo lo que tengo es suyo. Lo que Dios hace es reordenar en su mundo las desigualdades y extender su Reino a través de nuestra participación.
7. Si los filipenses son unos dadores excelentes, Pablo es un receptor extraordinario, nada común. En el versículo 18 les dice por tres veces: “Basta, no enviéis más”. No es muy normal este Pablo. Lo habitual es que los receptores no tengan nunca suficiente; la idea que te transmiten es dame más, mucho más, siempre más. Si no lo necesito ahora, lo guardo para cuando tenga necesidad. Pablo, desde la prisión en Roma, es capaz de poner la mira en Dios y en las demás necesidades del Reino: “Ahora, mandad vuestra ayuda a otro lugar”. Cuando piensas en el Reino piensas dónde va a ser más útil la aportación económica, y no siempre es en tu ministerio o en tu persona.
8. La cuenta siempre se desequilibra a favor de Dios. Dios nunca le debe a nadie. Nunca vas a dar a Dios de forma que él quede como deudor, ni siquiera en lo material. Dios no es deudor de nadie.
9. Dios saca de las riquezas de su gloria para que no haya ninguna necesidad real de los filipenses que quede sin suplir, y eso provoca una corriente de gozo en Cristo Jesús y de agradecimiento permanente en los filipenses que alaban y dan la gloria a nuestro Dios y Padre. Cuanto más da Dios a sus hijos, mayor es el gozo de ellos y mayor es la gratitud y la gloria que Dios recibe de esos hijos. Es algo que se retroalimenta constantemente entre el versículo 19 y el 20. La promesa del 19 se complementa con la acción de gracias del 20. Se cumplen a la vez el hecho de que recibimos todo lo que necesitamos, hasta reventar, según las riquezas de Dios en gloria, y que elevamos nuestras voces en agradecimiento y gloria al Padre.
10. Aquí está la motivación correcta e inagotable para la generosidad:
Así como la obligación y el sentido del deber se agotan, aquellos que ponen su gozo en Cristo Jesús, aquellos que experimentan al Dios que da eternamente desde sus riquezas en gloria, tienen una fuente inagotable de placer desde la que dan como un sacrificio agradable a Dios.
Si quieres seguir profundizando en el tema, encontrarás muchas más ideas en el Básico Una vida plena o escuchando la charla que dio Jaume Llenas en Fórum 2018: Una vida plena de riquezas en Cristo
En nuestra web te contamos más sobre la generosidad, el dar y te contamos maneras prácticas de participar en la misión dando.