Me pregunto si recuerdas alguna ocasión en la que hayas hecho una audición para una orquesta o para un papel en una obra de teatro del colegio. ¡Qué nervios! ¡Qué sufrimiento! Para que te aceptaran, tenías que representar ciertas piezas de forma satisfactoria. Probablemente no cantase ni recitaste como lo harías el día de la actuación. Simplemente era una prueba para ver lo bueno que eras.
¿Ensayo o audición?
Muchas personas religiosas pueden ver la vida en este mundo presente como una especie de audición. Hay una serie de pruebas que debemos pasar para alcanzar el nivel requerido. Si lo hacemos bien y seguimos las reglas, algún día podremos ir a un lugar muy agradable. Si fracasamos, seremos castigados. Sin embargo, las cosas que hacemos ahora puede que no guarden ninguna similitud con las que haremos en el futuro. Pongamos el caso la moralidad, que entonces puede parecer un tanto arbitraria. Por ejemplo, en el islam está prohibido beber alcohol; sin embargo, el Corán dice que en el Paraíso se podrá disfrutar de ríos de vino. En este caso, ¡renuncias a algo ahora con la esperanza de tenerlo en abundancia más adelante! Estas leyes resultan bastante aleatorias, y llevan a la idea de que la vida religiosa supone una represión de nuestros deseos naturales y una forma negativa de vivir.
Un ensayo, en cambio, es muy distinto a una audición. No actúas porque esperas ser aceptado, como en una audición, sino que sabes que ya te han aceptado. En este caso, practicas mucho porque sabes que lo que estás haciendo ahora lo harás algún día de verdad en el escenario.
La vida cristiana se parece mucho más a un ensayo que a una audición. No tenemos que pasar ninguna prueba. Jesús ya ha cumplido con los requisitos para acercarnos a Dios y ha hecho todo lo que necesitamos. Si confiamos en él, no tenemos por qué temer el rechazo o el fracaso. La vida ahora no es una audición para lograr entrar en el cielo, sino un ensayo para la vida en la nueva Tierra. Puesto que hay una continuidad entre el hoy y el futuro, lo que hacemos ahora no es arbitrario.
Tenemos que empezar a vivir ahora del modo en el que viviremos por toda la eternidad.
Todo importa
Tenemos que vivir para el futuro, pero es importante recordar qué clase de futuro esperamos. Algunos tal vez piensan que vivir para el futuro significa interesarse solo por cosas supuestamente “espirituales”: cantar canciones, leer la Biblia, ir a la iglesia y evangelizar a otros. Todas las demás actividades pueden verse tan inútiles como ordenar las tumbonas de la cubierta del Titanic.
Si la esperanza cristiana solo consistiera en ir al cielo, esto bien podría ser verdad. Sin embargo, nuestra esperanza es la de un mundo y unos cuerpos renovados. Eso significa que lo que hacemos en este mundo presente, con estos cuerpos, importa. En el futuro habrá relaciones reales, con los demás y con Dios, así que esas relaciones tienen importancia ahora mismo. Puesto que Dios lo redimirá todo, todo importa. No deberíamos separar lo “espiritual” de lo “físico”. Esta perspectiva cambia por completo la forma en que deberíamos vivir ahora, pero no para que vivamos desconectados del mundo que nos rodea. Al contrario: tener esta esperanza debería llevarnos a involucrarnos más en este mundo y a disfrutarlo aún más.
Fragmento de ¿Qué tipo de esperanza…? Por qué Jesús lo cambia todo.
Autor: Michael Ots, que además de escribir libros, será ponente en el Verano GBU 2017
Publicado por Andamio