Uno entra en Verano GBU como quien entra en un lugar sin saber qué se va a encontrar.
Las primeras impresiones suelen ser importantes, y lo primero que se nota al llegar es lo amable que es la gente. Comienzan los saludos y las tres preguntas típicas de GBU (¿cómo te llamas?, ¿de dónde eres?, ¿qué estudias?). Escuchas muchos nombres que seguramente no recordarás en los próximos siete días. Te agobias nada más empezar porque ¿de dónde salió tanta gente? Te planteas qué haces aquí y si no deberías estar en otra parte.
Sin embargo, lo que prevalece cuando te encuentras con algo nuevo es la impresión posterior. La impresión en la que prestas atención a lo verdaderamente importante y dejas de mirar con tu propia lente. La impresión que tienes cuando dejas a Dios actuar y permites que te sorprenda.
Cuando vas con esa mentalidad ¡cómo cambia tu perspectiva! Puedes ver a Dios en cada pequeño detalle y escucharlo en cada frase y canción. Todo está pensado con mucho detenimiento con este propósito. Los tiempos de silencio, los minigrupos, la alabanza, las exposiciones bíblicas y los talleres no son casualidad. Son herramientas para que puedas regresar a la universidad con una visión diferente.
Y este campamento te permite descubrir lo que Dios está haciendo y puede hacer en los campus de toda España.
Una vez entiendes que no se trata de ti, que se trata de él, no vas a desaprovechar esa gran oportunidad. Vas a abrirte a lo que Dios quiere decirte. Vas a poder salir de tu burbuja. Y vas a querer más.
Porque uno sale de Verano GBU con las inmensas ganas de más. Ganas de saber más, de hacer más y ser más.
Débora Crespo es una estudiante de las Islas Canarias y nos cuenta su experiencia en el Verano GBU.