Si tuviera que explicar cuál ha sido la raíz de muchos de mis problemas cotidianos tendría que decir que es la falta de comunicación o los problemas que genera una mala comunicación con mi pareja, con mi familia, con mis amigos, con mi jefe o hasta con la administración pública.
La comunicación y, en concreto, la buena comunicación es la base de las relaciones humanas. A partir de este acto es como forjamos o destruimos relaciones; nos acercamos o alejamos de nuestros objetivos; incluso, nuestra forma de comunicar puede ser un imán que acerque o repela a nuestros amigos, familiares o compañeros a que conozcan a un Jesús real y auténtico. Y aquí debemos reflexionar en este área, ¿cómo me comunico en mi día a día con todos aquellos que tengo a mi alrededor? ¿cómo estoy comunicando el evangelio? ¿cuál es mi estilo a la hora de comunicar las verdades de Jesús? ¿cómo puedo mejorar en ello?
La buena comunicación es importante porque tenemos un Dios que es comunicativo.
Un Dios que en sí mismo se define como Palabra, como Logos, el verbo (Juan 1:1). Es a través de la Palabra que Dios crea. Es a través de la Palabra que Dios obra. Y es a través de la Palabra que Dios sigue trabajando en nosotros y quiere que trabajemos con los demás. Necesitamos desarrollar una comunicación poderosa y que construya.
El perfil del buen comunicador
Aprender a comunicar o a ser intencional en nuestra manera de hacerlo es algo que se desarrolla en el terreno. La comunicación es una habilidad que se ejercita. Es como un músculo: cuanto más lo trabajas, más fuerte y útil llega a ser; y cuanto menos lo trabajas, más débil y atrofiado queda. Pero no basta con una buena comunicación. Una buena comunicación debe ir ligada en todo momento a un buen carácter y una buena disposición.
Por ello me gustaría lanzar unas ideas y hablar sobre el perfil de un buen comunicador:
- Integridad: nuestros actos y hechos son la muestra y el reflejo de lo que realmente vivimos. No podemos dar una opinión o hacer ninguna mención al evangelio, si nuestros actos están reflejando otra cosa (Mateo 7:15).
- Humildad: las personas por naturaleza tendemos a pensar que todo lo que creemos, pensamos, opinamos y decimos es lo correcto. No podemos pretender ganar confianza con imposiciones y que los demás confíen en nosotros siendo arrogantes y soberbios. La confianza se gana, no se arrebata (Mateo 11:29).
- Empatía: Crea puentes con los demás. No tengas miedo a mostrarte tal y como eres. Nunca olvides que le hablas a personas que tienen tus mismas luchas y triunfos (Romanos 12:15).
- Confianza: trata de transmitir una actitud de servicio y personaliza la información sabiendo que podemos cometer fallos. Comunica con tu personalidad, transmite tus sentimientos y emociones y confía en lo que el Señor puede hacer a través de ti. (Josué 1:9).
- Eficacia en el discurso: Es clave tener claras las ideas y una estructura del contenido. Debemos hablar de los temas que conocemos bien y explicarlos de forma eficaz. Es muy importante que te conozcas a ti mismo. No te aventures a debatir o discutir en áreas en las que no controlas o en las que eres consciente que puedes reaccionar de una forma incendiaria (1 Pedro 3:15).
- No está sólo: es impresionante lo bueno que es Dios. Sabe que siempre necesitamos ayuda en todas las áreas de nuestra vida. Es genial saber que nuestra comunicación no depende exclusivamente de nosotros. Jesús nos prometió una ayuda perfecta para que nos acompañe en nuestro día a día y medie, en concreto, en nuestra comunicación (Marcos 13:11).