1. Los grupos cristianos de las universidades no han podido conectar su fe a las grandes ideas de la universidad o los grandes problemas de nuestros tiempos en los cuales las universidades están profundamente involucradas. Lo digo con más firmeza, de cierta forma ifes y sus movimientos nacionales han fracasado en su ministerio a las universidades. Los movimientos de ifes, a nivel global en el siglo veintiuno, deben esforzarse más para «conectarse con la universidad», de hecho, «conectarse con toda la universidad».
2. ¿Qué significa conectarse con toda la universidad?
Incluye estudiantes de pregrado y posgrado, docentes e investigadores, y también personal administrativo y empleados. Incluye todo lo que la universidad es y hace: la investigación y docencia; la formación del pensamiento crítico; la búsqueda de la verdad; así como abordar los más difíciles e inquietantes asuntos del pensamiento y la práctica en la vida académica y de la nación.
3. Cuando hablamos de treinta personas que han sido ganadas para Cristo, ¿pensamos acerca de aquellas treinta, sesenta o noventa personas que siguen perdidas para Cristo cuando vienen a la universidad?
4. Difundir las buenas noticias de Jesucristo es parte vital y alentadora de nuestra presencia en el campus. Pero no es suficiente si queremos conectar a toda la universidad con Cristo.
Deberíamos tener un discipulado de la mente. El llamado que este ministerio tiene es en la universidad, no en un colegio de primaria. Se trata del lugar donde uno ejercita la mente. Debido a ello, conectar con la universidad no puede suceder si no tomamos con seriedad el discipulado de la mente. Este es nuestro campo de ministerio. Este es el lugar donde Dios nos ha puesto. Daniel Bourdanné, ex Secretario General de ifes.
5. No somos un ministerio a estudiantes, sino un ministerio formado por estudiantes (de pregrado y posgrado), así como también docentes y administradores, a la universidad en su totalidad. El papel de los obreros locales de ifes consiste en facilitar este ministerio proveyendo y equipando a los estudiantes y docentes con los recursos bíblicos y teológicos de la iglesia global. Ello supone un aprendizaje colectivo para explorar lo que el señorío de Cristo significa en las distintas disciplinas que se enseñan en las facultades académicas, los proyectos de investigación que se desarrollan en la universidad, así como también aprender a hablar cristianamente sobre los asuntos que ocupan la vida universitaria.
6. La conexión cristiana con la universidad debe empezar de la misma manera que sucede con la conexión misionera transcultural, es decir, con una investigación paciente y esclarecedora de la cultura cambiante y el ethos de la universidad moderna. Debemos analizar sus ideologías y cosmovisiones predominantes, y cómo estas influyen el carácter, los valores, las prioridades y los estilos de vida de estudiantes y docentes (incluyendo los cristianos). Debemos estar siempre atentos a los cambios en sus contextos, manteniendo una plena relación en todo lo que decimos y hacemos.
7. Ser encarnacional da a entender que formamos parte plena de la vida universitaria (no solamente caer de sorpresa desde el exterior con el propósito de llevar a cabo las supuestas «misiones» en la universidad) y estamos comprometidos con su florecimiento.
8. Me preocupa profundamente que no estemos tomando este llamado a la universidad con la suficiente seriedad intelectual. Aquello que llamamos «evangelismo» es a menudo un programa especial o actividad que imita lo que sucede en nuestras iglesias locales («estudios bíblicos para los que tienen interés en el evangelio», «películas cristianas», «cursos Alfa», «Explorando el cristianismo», distribución de literatura, etc.). La presuposición dominante entre estudiantes y obreros es que evangelismo consiste en invitar a aquellos que no son cristianos a que vengan a nuestras reuniones, que escuchen nuestros puntos de vista, aprendan nuestro lenguaje, lean nuestras Escrituras. En este contexto somos la mayoría y estamos siempre en control.
9. La universidad es el lugar donde suceden conversaciones de muchas clases distintas, sea en las aulas, los laboratorios, las tutorías, las salas u oficinas de los profesores, las asociaciones de estudiantes u otras agrupaciones o clubes que aparecen en el campus. Ahí es donde los cristianos deberían estar presentes, con humildad, pero con valentía adentrándose en tales conversaciones (las cuales, en su mayoría, ellos no han iniciado) y conduciéndolas a una dirección diferente. Estoy convencido de que es posible empezar con cualquier tema, desde el más absurdo hasta el más sublime, y si planteamos preguntas indagatorias podremos tocar asuntos de fondo que el evangelio aborda: ¿Cuál es la índole del ser humano? ¿En qué consiste la realidad final? ¿Qué es lo que realmente valoramos y por qué? ¿De dónde obtenemos nuestras nociones del bien y el mal, la razón, la belleza o la justicia? Y así sucesivamente.
10. No «llevamos a Cristo» a la universidad; es él quien va delante de nosotros y nos guía a aquel lugar. Aunque no se le reconozca, Cristo está presente allí en el laboratorio de química, en la clase de música, en el centro de radioastronomía, en los debates que se llevan a cabo en las asociaciones universitarias en torno al calentamiento global o las becas para estudiantes, y en todas las demás conversaciones que suceden en el entorno universitario. Hemos sido llamados a discernir su presencia y obra, y explicarla con valentía y sensatez.
11. Las instituciones educativas que suprimen aquellas voces marginales o subversivas ya sean religiosas o seculares, renuncian a su derecho a que se les llame universidades.
12. Lo opuesto a un diálogo preciso es un monólogo. Y, tristemente, mucho de lo que se presenta como «evangelismo» en círculos tradicionales es en realidad un monólogo. Ser dialógico es ubicarse en una conversación de doble vía, es decir, permitir que las disciplinas académicas de la universidad se dirijan a nuestra fe y, al mismo tiempo, expresar nuestra fe con inteligencia, humildad, pertinencia y valentía frente a esas disciplinas académicas. En el diálogo, a diferencia del monólogo, asumimos riesgos. Nos exponemos, con todos nuestros puntos débiles, al peso completo del pensamiento «ajeno» o anticristiano, así como también recibimos nuevas verdades que enriquecen nuestro entendimiento de Dios y de su creación.
13. Cada vez que el evangelio cruza una nueva frontera, surgen nuevas preguntas y la iglesia se ve forzada a repensar el evangelio que proclama y la naturaleza de su obediencia en el mundo. Vemos esto en las cartas de Pablo, las mismas que fueron escritas en respuesta a una nueva situación misionera.
Cuando el evangelio se traduce a las distintas disciplinas académicas de la universidad, sea arquitectura, robótica, cosmología o composición musical, surgen nuevas preguntas que debemos abordar. Si lo hacemos con integridad, se manifestará más el esplendor de Cristo a la iglesia.
14. Si Jesucristo es de veras el Señor de la universidad, entonces los estudiantes y profesores cristianos deben comprometerse a desarrollar una formación y sensibilidad cristianas, metiéndose de lleno en la tradición bíblica cristiana, así como también familiarizándose con la historia del pensamiento cristiano que influye en sus disciplinas particulares.
15. La novelista Madeleine L’Engle le dijo a una estudiante que quería ser «escritora cristiana», que «si ella es genuina y profundamente cristiana, el contenido de lo que escriba va a ser cristiano, ya sea que mencione a Jesús o no. Y si ella no es cristiana, en el más profundo de los sentidos, entonces lo que escriba no va a ser cristiano, no importa cuantas veces ella invoque el nombre del Señor».
Ser cristiano «en el más profundo de los sentidos» es, con seguridad, el reto que necesitamos presentar a nuestros estudiantes, obreros y docentes universitarios.
Todas estas ideas están extraídas del libro Conectar con la universidad
Los cinco ensayos reunidos en este libro explican -desde diferentes ángulos y experiencias de servicio en el ámbito académico- el significado de conectarse con toda la universidad para los movimientos nacionales que forman la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (IFES) en América Latina.
Los autores entienden que «conectar con la universidad» es el testimonio cristiano integral, encarnacional e intelectualmente creíble. Es decir, que el señorío de Jesucristo se manifieste en todos los aspectos de la vida universitaria; que el testimonio implica identificación plena con la cultura universitaria incluyendo sus problemas y agitaciones y afirmación del potencial dado por Dios para el desarrollo humano; y que el testimonio sea intelectualmente creíble en la universidad por su arraigo profundo en la Biblia y en la tradición intelectual cristiana y por su contribución al desarrollo del conocimiento y diálogo académico.
Es un valioso recurso para el diálogo, el testimonio y la misión de los movimientos nacionales en las universidades.